jueves, 11 de octubre de 2007

La función del Parlamento (a propósito de la Ley de la Memoria Histórica)

Es curioso lo que ha sucedido en la tramitación de la Ley de la Memoria Histórica. Después de muchos meses parada, se reactiva a pocos meses de las elecciones en un intento nada disimulado por movilizar la conciencia de una parte significativa de la izquierda de cara a los comicios.

En todo caso, y más allá de su contenido y oportunidad, lo que me parece más grave desde la perspectiva de una democracia parlamentaria son las razones aducidas para dinamizar ahora su proceso de aprobación. El pasado lunes, el portavoz del PSOE anunció que se había desbloqueado la negociación de la Ley al conseguirse un alto grado de acercamiento entre numerosos partidos, lo que permitía garantizar su aprobación.

Lo indignante es que esta negociación se ha producido al margen del debate parlamentario y, de hecho, la ponencia para la discusión del proyecto de ley sólo se ha convocado cuando se ha alcanzado un acuerdo fuera del debate público, en reuniones secretas o discretas (tanto da), sin presencia de periodistas, cámaras, micrófonos,.. ni siquiera de los partidos contrarios al acuerdo alcanzado.

El Parlamento no es (no puede ser) un espacio en el que se voten acuerdos alcanzados de forma sigilosa. Es imprescindible que cualquier negociación y discusión sobre las leyes se realice precisamente allí y de forma pública. Que se sepa qué es lo que pide inicialmente cada uno, qué argumentos se intercambian, cómo se va modificando la redacción y cuál es el cambio de posiciones de cada uno de los grupos.

En una democracia el procedimiento de formación de la voluntad de los legisladores es tan importante como el hecho de que estos puedan votar un texto final. No sólo porque con ello se da un elemento clave de interpretación del sentido de la ley finalmente aprobada, sino sobre todo porque sólo de ese modo los ciudadanos saben la contundencia con la que sus representantes defienden sus posiciones, a qué están dispuestos a renunciar y a cambio de qué, qué ofrece el partido mayoritario a los demás para recabar su apoyo, cuáles son las razones de cada alianza,...

Pero eso supondría que nuestros políticos se sintieran responsables frente a quienes les votan. Algo muy complicado cuando a quienes tienen que agradar es a los que les ponen en el lugar adecuado de la lista de su partido.

1 comentario:

José María JURADO dijo...

Para esto de la memoria puede valer el soneto que pergeñé el otro día en la Maestranza:

Quijada de Caín, bárbara España
astifina de odio, un sol de insidia
descuartiza los mapas, la perfidia
flamea en el raíl de tu guadaña.

Te repudian tus hijos, madre extraña,
erial de iniquidad , corral de envidia,
en ti no hay redención, toro de lidia,
derriba, empuja, embiste hasta la entraña.

En paisajes levíticos levitan
tenebrosas, aéreas, catedrales
y los campos iberos se marchitan:

tierras rojas, amarillos secarrales
donde los huesos de la tribu gritan
funerarias consignas radicales.