jueves, 4 de octubre de 2007

Francisco de Asís

Hoy 4 de octubre la Iglesia Católica conmemora la festividad de Francisco de Asís. Y para quienes nos educamos de niños en un colegio franciscano y dedicamos gran parte de nuestra adolescencia y juventud a grupos juveniles inspirados en su figura nos resulta difícil no tener atisbos de nostalgia llegado este día.

Francisco no es un santo al uso. Supongo que ninguno lo es. Desde los apóstoles hasta los más recientes cada uno ha dejado suficiente huella para que se le recuerde y proponga como modelo de lo que es un posible modo de vivir conforme a las enseñanzas de Jesús.

Sin embargo, en el caso de Francisco el asunto tiene una singularidad que para mí lo hace irrepetible: él trata sólo de vivir conforme al Evangelio. Sin más reglas ni prejuicios. No quiere crear un ejército para Dios (Ignacio de Loyola), recluir a monjes en monasterios (San Benito) o impulsar una vida de estudio (Santo Domingo),… De hecho, ni siquiera trata de crear una orden religiosa, sino que eso es algo a lo que se ve irremediablemente abocado por el número de hermanos que se le van uniendo. Y prueba de que ni lo busca ni sabe gestionarlo es que es cesado como Ministro General en vida, cosa bastante infrecuente (si no única) entre los fundadores de órdenes religiosas.

Tal vez por eso, a quienes crecimos en la fe a la sombra de su ejemplo Francisco nos ha colocado con el paso de los años en una situación bastante comprometida. Porque lo que con quince o dieciséis años era un ejemplo radical, atractivo y rompedor, ahora, inmersos en una vida personal y laboral que nada tiene que ver con sus valores, es un recuerdo permanente de lo inalcanzable de su propuesta. Al menos, sin la valentía que él tuvo de romper con todo.

Recuerdo muchas veces una de las viñetas de “Francisco el Buenagente”, de Cortés, en la que explicaba que si uno había tenido la suerte de beber a borbotones el agua pura que brotaba sin cesar de un manantial no podía conformarse ya con pequeños sorbitos de otras fuentes que encontraba a su paso. Algo así es lo que uno siente cuando reconoce que la fe (como otras muchas cosas en la vida) o se vive en serio o mejor olvidarse de ella (aunque sea por un tiempo).

Esa es también la razón por la que, más allá de que uno pueda ahora estar más o menos alejado de su enseñanza e incluso de la fe, esa forma de enfocar las cosas de Francisco ha dejado una huella que acabamos trasladando a otras facetas de nuestro comportamiento. Y que básicamente consiste en que las cosas se hacen sólo si uno cree absolutamente en ellas y, entonces, sin control ni cortapisas.

Dicho de otro modo: la radicalidad, la coherencia, la absoluta despreocupación del qué dirán, la libertad,… son valores asociados inicialmente al campo de la fe en el modo en que la vivió Francisco, pero que acaban impregnando otros aspectos de la vida. No con toda la contundencia que a uno le gustaría (no queda más remedio que vivir en sociedad), pero sí como ideal que nunca deja de estar presente.

Porque al final, con el paso de los años, lo que realmente se ha sedimentado es la conciencia de que Francisco fue un hombre básicamente feliz porque fue libre. Y consiguió ser libre cuando se despojó de todo lo que le ataba a las convenciones sociales y dejó de actuar conforme a lo que se esperaba de él.

Cierto es que pudo hacerlo porque tenía la confianza puesta en que había alguien todopoderoso que le daría de comer y cuidaría de él. La duda entonces es por qué los que dicen que tienen esta confianza no actúan como Francisco y son tan libres como él. Y cómo se nos ocurre pretender ser libre a los que no tenemos esa confianza.

* * * * *
Para acabar, algunos apuntes literarios de distinto signo sobre el personaje, que dan una idea de cómo ha influido en personas de talante, creencias y formas de vida muy distintas.

Una primera cita pertenece a Fray Carlos Amigo Vallejo, franciscano (ofm), Cardenal Arzobispo de Sevilla, que en su libro “Caminar con Francisco de Asís”, de la Editorial Asís, dice así:

“En San Francisco, en su ideal y en su vida, todo es transparente. Porque todo respira cordialidad, sencillez, amistad. Sentido hondo y universal de lo fraterno. Un lenguaje, éste de Francisco de Asís, comprensible para todos y válido en cualquier tiempo.

La contestación, como fenómeno de rechazo o indiferencia, no ha llegado a San Francisco. Quizá porque en él nada había de poder, de afán de dominio o de imposición. Aprendió lo difícil del ser libre. Y supo querer sin violencia. Pudo vivir en armonía con la naturaleza y con los hombres. (…)

Anuncia la liberación de la pobreza, la sencillez y la paz. Y su forma de vivir rompe todos los diques de la violencia, del orgullo, de la enemistad”.

Por su parte, el escritor Álvaro Pombo, en su sugerente y bastante ortodoxa “Vida de San Francisco de Asís. Una paráfrasis” (Editorial Planeta) dice lo siguiente:

“Uno de los atractivos de san Francisco de Asís fue para mí la sensación de hallarme ante un cristianismo anterior al concepto de pecado. Siempre tuve la impresión de que el pecado era un concepto menos importante en los evangelistas que el concepto de plenitud o de gracia o de pléroma o de boda (…). No estoy eludiendo la cruz. Pero la cruz no puede ser sustancial, de la misma manera que no puede ser sustancial el rescate: el sacrificio del cordeo inmaculado para pagar con su sangre el rescate, no puede ser sustancial”.

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Para quienes quieran acercarse a su figura mis recomendaciones, no obstante, son tres de los libros tradicionales: “Sabiduría de un pobre” de Eloi Leclerc en Editorial Encuentro, “El hermano de asís” de Ignacio Larrañaga en Ediciones Paulina y “Yo, Francisco”, de Carlo Carreto, también en Ediciones Paulinas.

Como visión novelada muy atractiva y maravillosamente escrita recomiendo “El pobre de Asís” de Nikos Kazantzakis, en la Editorial Debate.

A nivel literario, aunque no han caído aún en mis manos, fuentes generalmente bien informadas dicen que los libros más interesantes sobre él son los de Chesterton y Pardo Bazán.

Y como divertimento genial el comic citado: “Francisco el Buenagente” de José Luis Cortés en la Editorial PPC.

4 comentarios:

José María JURADO dijo...

El de Pardo Bazán porque aparece la Sierra de Gata y nuestro chorrito, lo de Chesterton, por Chesterton.

Viva Paco -PAter COmunitatis-

alelo dijo...

Ese tal Francisco del que usted escribe me suena... aunque ahora mismo no caigo.

Señor Clementain, bienvenido a la "bobosfera", ese lugar donde se despachan los sueños y se venden sin impunidad las mentiras.

J.R.

Paco Hurtado Muñoz dijo...

alvaro pombo también tiene uno escrito sobre il poverello. en planeta desde 1996

abrazos y espero tu artículo para el periódico

Eterso dijo...

Gracias a todos por los comentarios y el recibimiento en este mundo ciberopinativo.

Ya he conseguido y comenzado el de Chesterton, lúcido y genial. En el otro las referencias tienen que ser curiosas.

Sr. J.R., felicidades por su blog. Me ha hecho más ilusión la referencia a los sueños que a las mentiras. Pero no sé por qué. Lo mismo porque me he visto descubierto...

Y Sr. Hurtado, el artículo estará. Y el libro de Álvaro Pombo es oportunamente mencionado en la entrada, incluyendo un párrafo y todo después del de Fray Carlos. Me ha llamado la atención por lo ortodoxo y convencional, todo lo contrario que me esperaba del personaje. Un placer verle también por aquí.