Hace no mucho charlaba con un compañero de profesión algo mayor que yo sobre lo compleja que hemos hecho la vida.
Recordábamos cómo quince o veinte años atrás uno, en ocasiones, tenía prisa. Se le acumulaban varias cosas que hacer en el día y podía ser complicado llegar a todas. Pero era algo circunstancial. Que podía incluso repetirse con cierta frecuencia, pero que no resultaba absolutamente imprevisto.
Hoy, sin embargo, los días con prisa han desaparecido. Porque vivimos deprisa. Y como todo es urgente, es la propia sucesión de acontecimientos la que nos conduce por la vida.
En las grandes ciudades el asunto es simplemente demencial. Pero incluso en las pequeñas el fenómeno va siendo cada vez más frecuente.
A través de los móviles, las blackberries, los portátiles, los espacios wi-fi,... tenemos que estar permanente comunicados. O lo que es lo mismo, accesibles. Dispuestos a que cualquiera interrumpa nuestro ocio, descanso, trabajo o reflexión para contarnos cualquier estupidez, hacernos partícipes de la última noticia o encargarnos algún asunto profesional que debe ser resuelto con igual celeridad.
La intimidad ha dejado de existir. Y el hecho de estar de fin de semana o de vacaciones no supone ya, para la mayoría de quienes nos dedicamos al sector "servicios", desconectar de la actividad. Sino sólo poderlo hacer a un ritmo menor y desde diferentes puntos geográficos.
Sumando la facilidad de los viajes y la inmediatez en el envío y recepción de voz, imagen y datos, la disponibilidad es algo inherente a cualquier profesional.
Para muchos, la competitividad, eficacia y productividad consisten precisamente en esto. En que las cosas se hagan de forma inmediata.
Sin embargo, salvo en contadas ocasiones, esto no es así. Sobre todo, por dos motivos: la imprevisión y la falta de reflexión.
La teoría tradicional del "management" explica cómo para la dirección de cualquier proceso es necesario seguir tres etapas: planificación, organización y control. Estudiar qué hay que hacer, implantar los recursos necesario para ello y establecer los mecanismos de control para asegurar la adecuada calidad y subsanar los errores (humanos o del proceso) que se pongan de manifiesto. Sin embargo, cuando de lo que se trata es de recibir un correo electrónico y responderlo a la mayor brevedad resulta imposible cualquier mecanismo de planificación, orden o control. Ni en quien lo emite (habitualmente), ni en quien tiene que responderlo.
Pero, además, la inmediatez estimula los reflejos, pero impide la reflexión. Uno suele hacerse más despierto para intuir los riesgos y advertir los peligros. Pero difícilmente podrá analizar las cuestiones con el detenimiento que requieren. Porque ni hay tiempo para hacerlo ni, en general, se valorará.
Todo ello, cuando, además, la continua movilidad entre empresas hace que cuando surgen los problemas casi nunca estén para responder de ello los mismos que los causaron. Pero esto es parte de otra historia...
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6 comentarios:
¿Qué ha pasado con el Señor Juardo? Ha desaparecido su blog, digo su web, de la Bobosfera.
Será que siempre va deprisa y con prisa. Bueno con PRISA, esa multinacional, seguro que no.
Dile, si le ves, que conecte. Que la red no es la misma sin él. Y menos sin sus palabras.
Un abrazo mu juerte.
Esto es lo que pasa, que el trabajo se nos va en contestar correos, sin pensar.
Sin pensar ¿qué?
He comprobado que has restablecido la línea Señor Juardo, no así el tablón donde desfogar el que suscribe su pluma viperina, si supiera lo que es viperina.
Malegro.
Lo que no sé es por qué tengo que hablar contigo a través del cuaderno de guerra del Señor Repedito. Yanosvale.
Un abrazo a ambos cuyos sendos dos.
Fdo: ilegible.
Porque así le aumentáis el share. Alelo.
Pon otro pronto que se va a acabar la navidad y no decimos ná.
Ande, ande, ande...
Posdata: Señor Juardo ¿qué es el share? ¿Es malo?
Y ¿por qué no se permiten comentarios anónimos con lo que a mí me gustan? Entonces... ¿cómo vengo yo de incógnito?
Así no se puede.
Un placer que utilicéis este blog para vuestros intercambios epistolares.
Aunque sólo sirviera para eso, valdría la pena.
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