Uno de los libros que he leído últimamente con más interés ha sido "Anatomía de un instante", de Javier Cercas. En él, el autor de Ibahernando desgrana con una minuciosidad extrema y una técnica propia de la novela negra, los acontecimientos que precedieron al 23-F y cómo éste se desarrolló. Analiza personajes, datos, fechas,... Y expone una visión personal y tremendamente documentada después de haber visionado vídeos (interesantísima la acotación que hace de cómo lo que habitualmente vemos en televisión es una mínima parte de lo que hay en los archivos de TVE), leído gran parte de lo escrito hasta ahora de la cuestión y haber hablado con parte de los protagonistas.
El libro aúna un modo muy peculiar de exponer un hecho histórico reciente con técnicas narrativas propias de un buen escritos de novela, que capta la atención y engancha al lector por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Por eso, se trata de un libro radicalmente diferente a los que estamos acostumbrados a leer sobre nuestra historia reciente, que en general están hechos por periodistas con muchos datos obvios, poca perspicacia y escaso estilo.
Otra virtud de la obra es la desmitificación de los personajes que intervinieron en la historia. De los que tras unos pocos años la sociedad ha condenado por habernos querido quitar la libertad y aquellos que supuestamente propiciaron la continuidad de ésta (entre ellos, el propio cuerpo social en su conjunto, del que destaca su absoluta pasividad y conformismo).
Más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no con las apreciaciones sobre algunos protagonistas de la historia, lo cierto es que siempre es una satisfacción encontrarse con quien escribe desde la libertad, con una óptica personalísima, al margen de lo políticamente correcto.
... Y, sin embargo, tengo la sensación de que el libro no está bien escrito. De que literariamente le falta haberlo repasado: tratar de recortar algunas frases, de dividir párrafos infinitos, de facilitar, en fin, la lectura. Obviamente no hay nada que objetivamente pueda achacar al estilo (Cercas es un grandísimo escritor y a ver quién soy yo para dar consejos), pero me quedó la impresión de que al autor le iba emocionando tanto la historia y el modo de estructurarla que, o no le preocupaba tanto el estilo formal, o prefería que apareciera conscientemente complejo, o ha hecho algún experimente estilístico que me he perdido.
A pesar de lo cual, recomiendo vivamente su lectura. Engancha y apasiona. Y sería de tremenda utilidad en las escuelas y universidades en sustitución de todo aquello que trata de uniformar pensamientos y actitudes.
miércoles, 27 de enero de 2010
martes, 19 de enero de 2010
Radio Olé, los sonajeros y la religión verdadera
Escucho de vez en cuando Radio Olé. Es interesante contar con una emisora que sólo programa música racial en español (copla, flamenco, flamenquito, sevillanas,...). Sirve bien de música de fondo para cocinar los sábados o los domingos por la mañana, cuando la programación de las emisoras convencionales fluye por senderos que no me interesan demasiado.
Pero lo más curioso de esta emisora sucede los días de diario a primera hora. Ahí, sólo la escucho en contadas ocasiones cuando Onda Cero (Carlos Herrera) hace las desconexiones locales o se enfrasca en abundante publicidad. Es entonces donde, en Radio Olé, aparece lo más cañí y esperténtico de este país nuestro.
Resulta que tienen un programa que hace sonar los "sonajeros" (algunos también los llaman "cascabeles") para que se cumplan los deseos de la gente. Hay quien llama para que su marido o su esposa recuperen su salud, otros para que el hijo apruebe, para que la hermana se quede embarazada, para aprobar una oposión, para que salga bien la exposición de un trabajo en una clase de la ESO,... Y muchos de ellos llaman diciendo que lo hacen con mucha fe porque saben que da resultado.
Lo que antes eran oraciones o novenas, plegarias sentidas, hoy son cascabeleos de sonajeros a las ocho y veinte de la mañana. Tenía razón quien decía que cuando se pierde la fe en la religión verdadera, cualquier superstición acaba convertida en religión.
Y todos esos también votan...
Pero lo más curioso de esta emisora sucede los días de diario a primera hora. Ahí, sólo la escucho en contadas ocasiones cuando Onda Cero (Carlos Herrera) hace las desconexiones locales o se enfrasca en abundante publicidad. Es entonces donde, en Radio Olé, aparece lo más cañí y esperténtico de este país nuestro.
Resulta que tienen un programa que hace sonar los "sonajeros" (algunos también los llaman "cascabeles") para que se cumplan los deseos de la gente. Hay quien llama para que su marido o su esposa recuperen su salud, otros para que el hijo apruebe, para que la hermana se quede embarazada, para aprobar una oposión, para que salga bien la exposición de un trabajo en una clase de la ESO,... Y muchos de ellos llaman diciendo que lo hacen con mucha fe porque saben que da resultado.
Lo que antes eran oraciones o novenas, plegarias sentidas, hoy son cascabeleos de sonajeros a las ocho y veinte de la mañana. Tenía razón quien decía que cuando se pierde la fe en la religión verdadera, cualquier superstición acaba convertida en religión.
Y todos esos también votan...
domingo, 10 de enero de 2010
De vuelta y a vueltas… con las descargas
Después de varios meses de ausencia cibernética en esta bitácora, ocupado por aficiones y obligaciones varias, reintento este peculiar modo de comentar la actualidad y algunas diversiones.
Y vuelvo con algo que ocupa en estos días páginas enteras de los periódicos y minutos estelares en las noticias de radio y televisión: la regulación propuesta para poder cerrar páginas de Internet por vulnerar derechos de autor. Resumidamente, la evolución del asunto es como sigue:
1. En una disposición adicional o final de la Ley de Economía Sostenible (una ley que más allá de su contenido, que no toca comentar ahora, tiene una técnica legislativa absolutamente nefasta), el Gobierno propone crear un organismo administrativo que, si considera que una página web vulnera derechos de autor, pueda ordenar su cierre.
2. Diversos blogeros e internautas que hacen que esta condición (bastante común), un calificativo de su persona y a veces un modo de vida, elaboran un manifiesto contra esa disposición y el Ministerio les convoca a una reunión urgente con la Ministra a la que acuden pertechados con sus portátiles y de la que van dando cuenta en tiempo real a través de sistemas varios (blogs, twitter y otras parafernalias tecnológicas diversas). Al final, la reunión es sólo un medio publicitario para las dos partes, pero no se acuerda nada.
3. El pasado viernes, el Consejo de Ministros aprueba el proyecto de Ley citado donde sigue existiendo el organismo administrativo en cuestión, pero se añade que si éste considera que una página web vulnera la ley, debe proponer su cierre a los Juzgados de lo Contencioso de la Audiencia Nacional que, en un plazo de cuatro días, debe escuchar a todas las partes y decidir si se cierra o no la página.
4. Los internautas y blogueros profesionales vuelven a reunirse y consideran que la decisión del Gobierno afecta a derechos fundamentales y libertades en Internet, aunque todavía no concretan qué van a hacer porque como el texto del Proyecto de Ley aún no ha sido publicado, no es posible conocerlo en detalle.
Con esta limitación indicada (la falta de conocimiento exacto del texto del Proyecto de Ley), avanzo que, a mi juicio, lo que ha hecho el Gobierno es una barbaridad, y los internautas profesionales equivocan el tiro.
El problema de la propuesta inicial del Gobierno era que la propia Administración (y no un órgano judicial) quien decidía cerrar o no una página web. Y si asimilamos las páginas webs (algunas puede tener sentido hacerlo, otras no) a medios de información, el artículo 20.5 de la Constitución establece que “sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial”. Con lo cual, la propuesta inicial del Gobierno era manifiestamente inconstitucional (al menos en lo relativo a páginas webs que puedan considerarse “medios de información”) y la actual no tiene esta objeción.
¿Cuál es, entonces, el problema? La excepcionalidad del mecanismo judicial previsto. Cuando en España hay delitos de robos, asesinatos, secuestros o extorsiones que tardan años en decidirse, cuando hay casos de expropiaciones, indemnizaciones por actuación incorrecta de la administración, decisiones sobre si una construcción es legal o no que sólo llegan cuando la sentencia no puede ejecutarse, cuando se tardan meses o años en echar a un inquilino que no paga, cuando un procedimiento concursal de una empresa dura varios años (cuando si se resolviera en semanas, como sucede en otros países, podría en ocasiones volver a la actividad y, en otras, liquidarse maximizando su valor),… Cuando, en definitiva, nuestro sistema judicial está colapsado y precisa de más jueces, de más medios y de más especialización, crear un mecanismo en el que se obliga a los jueces a resolver en cuatro días un tema absolutamente irrelevante social y económicamente es una irresponsabilidad absoluta, que sólo justifica el perpetuo interés propagandístico de este Gobierno.
Por eso, lo que les debería preocupar a los profesionales de los blogs (como ciudadanos que son, antes que como internautas) es que se diera a los derechos de autor una importancia que no se da a las víctimas de un robo, a los familiares de un asesinado, a quienes son víctimas de la mala práctica de la administración, a quienes se ven afectados por el proceso concursal de una empresa,… Porque el Gobierno, que a veces olvida que le pagamos entre todos a los que nos tritura con impuestos, debería dedicar su tiempo y su esfuerzo a las cosas importantes (y la mejora de la Justicia, lo es). Y no armar el alboroto con temas absolutamente menores e irrelevantes.
Y vuelvo con algo que ocupa en estos días páginas enteras de los periódicos y minutos estelares en las noticias de radio y televisión: la regulación propuesta para poder cerrar páginas de Internet por vulnerar derechos de autor. Resumidamente, la evolución del asunto es como sigue:
1. En una disposición adicional o final de la Ley de Economía Sostenible (una ley que más allá de su contenido, que no toca comentar ahora, tiene una técnica legislativa absolutamente nefasta), el Gobierno propone crear un organismo administrativo que, si considera que una página web vulnera derechos de autor, pueda ordenar su cierre.
2. Diversos blogeros e internautas que hacen que esta condición (bastante común), un calificativo de su persona y a veces un modo de vida, elaboran un manifiesto contra esa disposición y el Ministerio les convoca a una reunión urgente con la Ministra a la que acuden pertechados con sus portátiles y de la que van dando cuenta en tiempo real a través de sistemas varios (blogs, twitter y otras parafernalias tecnológicas diversas). Al final, la reunión es sólo un medio publicitario para las dos partes, pero no se acuerda nada.
3. El pasado viernes, el Consejo de Ministros aprueba el proyecto de Ley citado donde sigue existiendo el organismo administrativo en cuestión, pero se añade que si éste considera que una página web vulnera la ley, debe proponer su cierre a los Juzgados de lo Contencioso de la Audiencia Nacional que, en un plazo de cuatro días, debe escuchar a todas las partes y decidir si se cierra o no la página.
4. Los internautas y blogueros profesionales vuelven a reunirse y consideran que la decisión del Gobierno afecta a derechos fundamentales y libertades en Internet, aunque todavía no concretan qué van a hacer porque como el texto del Proyecto de Ley aún no ha sido publicado, no es posible conocerlo en detalle.
Con esta limitación indicada (la falta de conocimiento exacto del texto del Proyecto de Ley), avanzo que, a mi juicio, lo que ha hecho el Gobierno es una barbaridad, y los internautas profesionales equivocan el tiro.
El problema de la propuesta inicial del Gobierno era que la propia Administración (y no un órgano judicial) quien decidía cerrar o no una página web. Y si asimilamos las páginas webs (algunas puede tener sentido hacerlo, otras no) a medios de información, el artículo 20.5 de la Constitución establece que “sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial”. Con lo cual, la propuesta inicial del Gobierno era manifiestamente inconstitucional (al menos en lo relativo a páginas webs que puedan considerarse “medios de información”) y la actual no tiene esta objeción.
¿Cuál es, entonces, el problema? La excepcionalidad del mecanismo judicial previsto. Cuando en España hay delitos de robos, asesinatos, secuestros o extorsiones que tardan años en decidirse, cuando hay casos de expropiaciones, indemnizaciones por actuación incorrecta de la administración, decisiones sobre si una construcción es legal o no que sólo llegan cuando la sentencia no puede ejecutarse, cuando se tardan meses o años en echar a un inquilino que no paga, cuando un procedimiento concursal de una empresa dura varios años (cuando si se resolviera en semanas, como sucede en otros países, podría en ocasiones volver a la actividad y, en otras, liquidarse maximizando su valor),… Cuando, en definitiva, nuestro sistema judicial está colapsado y precisa de más jueces, de más medios y de más especialización, crear un mecanismo en el que se obliga a los jueces a resolver en cuatro días un tema absolutamente irrelevante social y económicamente es una irresponsabilidad absoluta, que sólo justifica el perpetuo interés propagandístico de este Gobierno.
Por eso, lo que les debería preocupar a los profesionales de los blogs (como ciudadanos que son, antes que como internautas) es que se diera a los derechos de autor una importancia que no se da a las víctimas de un robo, a los familiares de un asesinado, a quienes son víctimas de la mala práctica de la administración, a quienes se ven afectados por el proceso concursal de una empresa,… Porque el Gobierno, que a veces olvida que le pagamos entre todos a los que nos tritura con impuestos, debería dedicar su tiempo y su esfuerzo a las cosas importantes (y la mejora de la Justicia, lo es). Y no armar el alboroto con temas absolutamente menores e irrelevantes.
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