lunes, 22 de diciembre de 2008

Feliz Navidad 2008


(Preparad el camino al Señor – Conexion)

Hay canciones que nos conducen a una época peculiar de nuestras vidas. A unos años en los que la única meta irrenunciable era la libertad, y los valores eran (o al menos, eso presumíamos) inmutables.

La fe no tenía nada que ver con la que nos habían enseñado nuestros mayores. Porque reinventando la Historia, reivindicábamos nuestra personalidad. Y porque cuando proclamábamos la imperiosa necesidad de la coherencia, nos sentíamos como Juan. Como esa voz que clama en el desierto.

¡Preparad! ¡Preparad el camino!

¡Disponed vuestras vidas para que sirvan al Reino!

¡Qué fácil parecía todo! Sin reglas y sin instituciones. Desde la profunda libertad de unos sentimientos que eran tan puros como utópicos.

Y algo de eso intuíamos, aunque no supiéramos cómo expresarlo, cuando al llegar la Navidad, la noche más larga, nos acercábamos corriendo a la Iglesia de Santo Domingo, después de cenar de forma abundante, y afinando las voces como podíamos, mezclábamos villancicos tradicionales con canciones espirituales de principios de los setenta.

No importaba la extraña mezcla musical, ni que el grupo fuera tan cambiante cada año.

No importaba casi nada. Las canciones nos unían con los que teníamos más cerca y nos permitían sentir la Navidad de un modo diferente. Darle a aquella sucesión de comidas y regalos un cierto sentido. Contradictorio y extraño, tal vez. Pero un sentido al fin y al cabo.

Al final, cuando se mostraba la imagen del Niño, cada cual recordaba sus años de infancia y cantaba los villancicos con las misma pasión que puso cuando, muchos años atrás, comenzaba a aprenderlos.

Porque sólo desde esos sentimientos infantiles puede uno admirar el misterio de un Dios que se hace Niño. Sin teologías ni rituales. Sin explicaciones pastoriles ni alambicadas relaciones con otras tradiciones orientales.

Un Niño que nace es siempre un regalo del poder creador de Dios. Cada Niño es el mismo Dios que nos proclama su poder desde la sencillez. Y cada uno de nosotros que acoge al Niño que nace, festeja la Navidad. Como aquellos pastores que en el frío de la noche, fueron a dar compañía a María y a José. A celebrar con ellos un noche especial…

(¡Vamos pastores, vamos! - Villancico)

Al apelar a los recuerdos de la infancia, al escuchar las canciones de la Navidad, comprobamos cada año cómo hay nuevos ausentes. Cómo las mesas van teniendo más huecos y nos vamos convirtiendo en veteranos de la nostalgia. En los próximos que dejaremos un espacio a los que hoy tocan la pandereta y colocan las figuritas del Belén.

Pero no hay prisa. Todavía puede ensancharse la mesa. Todavía podemos apretarnos un poco más. Todavía podemos compartir la alegría de los niños, apresar migajas de su capacidad de sorpresa, emocionarnos con su inocencia, disfrutar de su fe sin fisuras. De su confianza en el Niño que nos nace y en los Reyes Magos que recompensan su esfuerzo constante por portarse bien. Aunque a veces se les olvide en inevitables travesuras…

Y aún hay tiempo para compartir con nuestros mayores su esperanza en el futuro. Su satisfacción por el deber cumplido cuando ven asentarse a sus hijos, crecer a sus nietos. Aprender de su serenidad. De la que les permite ser más flexible en lo accesorio y mucho más estricto en lo importante, lo único importante: el amor y el apoyo que siempre ofrecen a los suyos.

¿Quién renunciará entonces a sentarse en la mesa compartida, a empañarse los ojos de nostalgia, a recordar a los que ya no están en la sonrisa de los más pequeños?

(¡A Belén pastores! – Villancico – Camarón de la Isla)

Hay un extraño rito que asocia el recuerdo del buey y la mula, el nacimiento de Jesús en un destartalado Portal de Belén, con el jolgorio de pastores, ruido de zambomba y castañuelas. Con turrones y mazapanes. Con pavos asados. Con lombarda, langostinos y pescado. Con comidas en familia.

Hay un frío de invierno que se mete en los huesos. Una nieve sobre los portales de corcho que colocamos en las casas, que en nuestra tierra resulta casi una extravagancia. Hay riachuelos de papel de plata, puentes, norias y castillos de Herodes que han mudado de aspecto cada vez que hemos roto o perdido los del año anterior. Hay ovejas de todo tipo de colores, tamaños y expresión. Figuritas que componen un extraño collage de perspectivas con sus tamaños tan dispares.

Hay abetos, y bolas de colores y flores de Pascua y papás noeles que han venido a insertarse de forma artificial en el antiguo rito familiar. Y aunque para los que nos sucedan sus recuerdos de infancia también estén asociados a todos estos elementos, cada vez nos cuesta más reconocernos en según qué imágenes que tratan de representar la Navidad.

(En Navidad - Rosana)

Y volvemos entonces a lo que nos hizo tan feliz. A los sentimientos puros de esa infancia renacida cada Navidad.

A los sonidos que nos tocan la fibra más profunda.

A lo que nos hace conectar con aquello que sentimos más propio, con lo que nos hace imaginar que aún cabe reivindicar la libertad. A pesar de los extraños nudos en los que nos hemos ido enredando.

Retomamos entonces el camino que tantos años hemos recorrido. El recuerdo de una Iglesia muy fría. De la gente que llega apresurada a la Misa del Gallo. De aquel grupo de jóvenes que se reúnen en una de las capillas laterales. De su presencia menuda, sus carpetas de cartón, los papeles gastados con las letras… Un silencio total. Y un grito que anuncia, como cada año, que estamos en Navidad.

(Niños del Edén - Conexion)

2 comentarios:

alelo dijo...

Todo lo que dices es verdad... menos "y afinando las voces como podíamos". Sabes, amigo Lorenzo, que algunos jamás conseguisteis afinar la voz. Que lo sé yo. Y otros como yo.

Ande, ande, ande...

Feliz Navidad. Si vienes del 28 al 31 da un toque y tomamos una mirinda con el Señor Juardo.


Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pues ahí sí que tienes razón. Pero a cambio, dábamos tela el cante...

Además, la RAE permite en fechas como estas algunos recursos poéticos.

No estoy entre el 28 y el 31. Vengo del 24 al 27 y del 31 al 6.

Nos vemos, en todo caso.

FELIZ NAVIDAD