Una reflexión ética
La crisis económica que nos viene asediando desde hace más de un año ha puesto de manifiesto las terribles deficiencias éticas de los que se ganan la vida en el circuito financiero.
El asunto no consiste, como tratan algunos, en que haya que acabar con la especulación, que es una pieza más del sistema económico que permite el desarrollo que hemos tenido en los últimos años. Lo que hay que valorar es si la remuneración de los directivos y de los profesionales de las entidades financieras debe estar vinculada a resultados a corto plazo o debe relacionarse con verdaderos escenarios de creación de valor en las empresas.
No parece lógico que la inversión en bolsa se haga sin tener en cuenta cuáles son los fundamentos reales de cada empresa (más que nada porque quienes recomiendan la inversión son jóvenes analistas financieros que jamás han estado en una empresa de la economía real y que no conocen ni el sector ni las particularidades con las que cada una de ellas se desenvuelven). Como tampoco es razonable que en un banco haya quien se limite a generar deuda para paquetizarla y venderla a otras entidades cuando su propia entidad no estaría dispuesta a asumir en solitario ese riesgo (ni siquiera en solitario).
Además, los incentivos empresariales son a corto plazo y quien ha tomado una decisión equivocada (que, como casi todas, sólo se reconoce como tal cuatro o cinco años después) no debe responder de su error porque ha cambiado su puesto de trabajo antes del colapso. Y resulta, entonces, que la rotación en estas empresas es una perfecta excusa para que todos eludan sus responsabilidades. Una muestra más de la absoluta falta de mecanismos de control en quienes deben encargarse de velar por la estabilidad del sistema financiero.
Una reflexión ideológica
Cuando uno defiende el liberalismo no lo hace por extravagancia ni por pragmatismo.
La intervención y la regulación en la economía pueden ser muy útiles desde un punto de vista económico. Si se hacen con criterio pueden ayudar a una mejor asignación de los recursos. Si se realizan en un escenario de pánico como el actual pueden colaborar al apaciguamiento de las turbulencias financieras.
Pero sean cuales fueran las intervenciones, y sean cuales fueren sus efectos en la economía, siempre supondrán una reducción en el ámbito de libertad de los individuos, de cada individuo.
Y uno sigue reivindicando el individuo como el único núcleo de absoluta realidad.
Al final, no son las empresas, ni los Ayuntamientos, ni las congregaciones, ni las asociaciones, ni las cuadrillas, ni las escuelas, ni las sociedades, ni las familias,… las que sufren. El sufrimiento, como la alegría, son sensaciones epidérmicas de las que sólo puede hablar (y, en general, malamente) quien las experimenta.
La reivindicación del liberalismo es una reivindicación del individuo. De su absoluta libertad. De la necesidad de que sea responsable hasta el final de las consecuencias de sus actos. De los conscientes y de los atolondrados. Porque, como en la educación de los niños, uno sólo puede aprender realmente lo que quema o lo que da calambre si alguna vez ha sentido el calor y el doloroso cosquilleo de los kilowatios.
Una reflexión informativa
Si los periodistas supieran de lo que están hablando tal vez agravaran las consecuencias de la crisis. Pero, al menos, no generarían más perplejidad.
Cuando uno escucha al responsable de un banco (incluso si es el responsable del banco que vive en New York y habla en inglés) hay cosas que se le escapan. Y siempre tiene la sensación de que no le está diciendo toda la verdad (a veces, ni siquiera un pequeño pedazo). Pero cuando uno lee y escucha a la mayoría de los “informadores” de nuestros “media” advierte las profundas razones por las cuales triunfa en nuestro país la prensa del corazón. Es de lo único de lo que comprenden algo. Y los amables espectadores están encantados de sentir que, más allá de las verdades, en lo que se escucha en esos programas hay algo de coherencia.
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3 comentarios:
Sólo un pequeño apunte porque tengo la ligera sensación de que te has despistado: No hay crisis, únicamente se ha producido una desaceleración económica. Lo que viene a ser un "pequeño ajuste".
Un abrazo.
Pues será eso, que los periodistas me van despistando...
La bolsa es una máquina para vendimiar la pasta de los pequeños inversores cada cuatro o cinco años, porque el dinero no se crea ni se destruye, sólo se transforma ¿en qué, para qué, para quién?
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