domingo, 25 de noviembre de 2012
Elecciones catalanas 2012
Casi finalizado el recuento de las papeletas en las elecciones catalanas hay un elemento que me resulta estremecedor: la diferencia entre todas las encuestas (las realizadas antes de las elecciones y las efectuadas a pie de urna) con los resultados de los votos secretamente depositados por los ciudadanos.
Asumiendo que el desarrollo científico de la estadística permite realizar estimaciones razonables a partir de muestras no muy abultadas y que ninguno de los que han encargado o realizado las encuentas haya tratado de engañar, sólo hay una explicación posible: la gente no dice la verdad ni sobre lo piensa votar ni sobre lo que efectivamente ha votado.
En cualquier sociedad sana esto no sucedería. Esto sólo ocurre en un territorio en el que los gobiernos dividen entre buenos y malos, entre "nosotros" y los "otros". Un espacio en el que se reparten carnets de probos ciudadanos (los que se acomodan al espíritu "nacional" que se proclama desde las instituciones) y se acusa de "enemigos" a los que piensan de un modo distinto. Un conjunto de provincias en los que se multa al que escribe o rotula solo en uno de los idiomas propios, pero no si sólo se hace en el otro. Una bella región en la que muchos viven con miedo y temen decir lo que piensan, porque sus políticos no buscan los espacios de encuentro sino los de la confrontación.
Lo más terrible es que nada hace presagiar que con estos resultados esto pueda cambiar. Todo lo contrario, es posible que cada vez las cosas sean más complicadas para los sensatos.
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