miércoles, 25 de febrero de 2009

Faltan... 40 días (Miércoles de ceniza)

Esa cruz de ceniza que hoy sella tu frente,
es la misma señal que a través de los siglos
persignaba los rostros de quienes clamaban
un aliento de vida: el público perdón.

Tú la has recibido antes de ir al trabajo,
a media mañana, después de una reunión.
Cuando volvías a casa tras mails y enredos varios,
tras horas infinitas de ocupación estéril.

Pero quienes te han precedido en ese mismo signo,
antes de, humildemente, implorar la penitencia,
purgaron sus culpas con años de desierto,
con jornadas de ayuno, con horas de oración.

No importa nada el símbolo,
nada vale el recuerdo de ambiguas confesiones,
de mentes infantiles rebuscando pecados en sus almas inocentes,
sólo sirve alejarse nuevamente del ruido
y adentrarse en el rito precisando el perdón.

domingo, 22 de febrero de 2009

Antonio Machado

Según dicen las crónicas, después de unos días de pesadilla, huyendo de la guerra, aterido de frío, llegó a Colliure junto a su madre. Se alojaron en una pensión donde murió poco después. Hace hoy setenta años. En un bolsillo, su hermano José le encontró un papel lleno de esperanza:

"Estos días azules y este sol de la infancia."

Tal vez porque ante la cercanía de la muerte recordaba aquel huerto de Sevilla donde madura el limonero...

Al fin, se cumplió la intuición que dejó escrita en su Retrato:

"Y cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar"

Reconozco en Machado uno de los poetas con cuya lectura más he disfrutado. Más allá de la reivindicación musical de Serrat (valiente y en algunos casos tremendamente inspirada), Machado es un poeta que llega a lo más hondo desde una sencillez apabullante. Sus versos y su prosa (ahí está Juan de Mairena) representan uno de los capítulos más brillantes, y no son pocos, de la literatura en español en el siglo XX.

Su lectura y la de su biografía sí son Educación para la Ciudadanía.

sábado, 7 de febrero de 2009

Diez preguntas (impertinentes) sobre Eluana

¿Es la vida un bien que debe protegerse de forma absoluta o es lícito no protegerla o incluso atacarla en algunas circunstancias: legítima defensa, guerra contra Estados totalitarios o contra agresiones exteriores, tratamientos terapéuticos que mitigan el dolor y aceleran la muerte, tratamiento que alargan la vida de forma “artificial”,…?

Si desconocemos si Eluana siente o no. Cómo siente. Qué desea. ¿Puede alguien decidir retirarle el alimento y la bebida?

Si Eluana no responde desde hace muchos años a ningún estímulo exterior, ¿puede alguien obligar a otro a mantenerle el alimento y la bebida?

¿Es la familia –y cualquier familia- quien debe decidir hasta dónde desea cuidar y mantener a sus miembros?

¿Es el Estado quien puede decidir hasta dónde hay que cuidar y mantener a sus contribuyentes?

¿Cuál de las respuestas a las dos preguntas anteriores permite impunemente comportamientos más totalitarios?

¿Puede el propio individuo decidir “libremente” qué debe hacerse con su vida cuando lleguen ciertas situaciones, sin saber qué es lo que sentirá en esos momentos? ¿No es una renuncia –nula- a derechos futuros: a la vida, a un tratamiento médico, al cuidado,…?

¿Puede un dirigente político burlar las leyes de un Estado de Derecho para salvar una vida humana?

¿Pueden ser legítimas leyes que hayan de burlarse para salvar una vida humana?

¿Hasta dónde están todos –estamos todos- preocupados por una vida humana o son sentimientos mucho más innobles los que les –nos- mueven?